Ser único. Ser feliz.

- Eso no es normal

- Lo sé. Pero, ¿quién quiere ser normal?

lunes, 27 de junio de 2011

Veintidós o veintitrés horas después de aquel atardecer en el sillón rojo.

La imprevisibilidad de aquella chica comenzaba a ser previsible. En cuanto ella se marchó enfundada en su falda verde aquella mañana de marzo en la que ambos se despertaron acurrucados en el mismo sillón, él supo que en los días siguientes nada cambiaría. No era la primera vez , y probablemente no sería la última, porque cuatro ocasiones como aquella ya se habían presentado,lo que daba pie a una quinta. Sin dudarlo él sabía que al menos tres veces más que aquella había creído ver en los ojos de ella una especie de grito silencioso. Un grito que era tan original por salir de la mirada, como por no sonar a nada. Un grito muy como ella: no hacía caso alguno a las reglas de los demás gritos, quería salir pero sin molestar, quería sorprender pero sin agobiar, quería explorar y vivir y soñar. A él aquel le parecía que era un grito que pedía que los besos desenfrenados sustituyeran lo antes posible a los rituales de la amistad. Incluso cada vez que se presentaba una situación como aquella, creía oír aquel grito callado con más fuerza.
Fuera como fuese, cada vez que ella le dejaba empaparse un poquito de su esencia asimétrica, él notaba como crecían en él una ganas locas de perder la compostura, la cabeza, los acordes y si hacía falta la camisa. No obstante, él sabía que no era aquello solamente cuestión de atracción física, era más bien una especie de química lo que había entre los dos. Se había sentido atraído por tantas mujeres desde la guardería, que sabía detectar sin esfuerzo cuando estaba en medio de una cuestión de aquel calibre. Por lo tanto, sabía de sobra que con miss desastre en persona, había más ingredientes además de la inminente atracción física entre aquello que ya había empezado a cocerse. Y es que, siempre había estado intrigado por saber que escondían realmente aquella maraña de sensaciones que se le presentaban cada vez que algo le recordaba a ella.
Últimamente esa maraña se había instalado de manera permanente en su cerebro,su corazón y sus tripas, pues a cada paso que daba se encontraba con una imagen, una sensación, un olor o un sabor que le recordaban en algo a ella. Además, a menudo, si esto sucedía, a él de daba por pensar en lo asustado que se sintió el día que la conoció. Nunca antes había sentido nada parecido. Se encontró desarmado cuando se dio cuenta de que debía aprender a desenvolverse en un nuevo juego cuyas reglas nunca antes había oído. Nada de lo que había aprendido hasta ahora le iba a servir de nada. No importaba cuantas veces hubiera jugado antes, porque ella no creía que fuera justa la victoria que se consigue tan sólo por azar. Desde el mismo instante en el que la mirada de ella se cruzó con la de él por primera vez, él supo que si quería jugar con ella a su juego, tenía que entender que las reglas se escribirían sobre la marcha. Y es que, en aquel primer cruce de miradas a él le pareció ver a una chica tímida, pero segura, cuya mirada intensa le comunicó que ella estaba fuera de los juegos en los que se te elimina por cuestiones de suerte. Esos ojos que en aquel momento le parecieron casi tan oscuros como infinitos, le contaban que a ella no le gustaba jugar con tramposos, ni mucho menos con aquellos que se comen una y cuentan veinte. Con ella había que poner las cartas sobre la mesa. Era una chica con las cosas claras, y eso le gustaba casi tanto como que tenía los ojos intrigantes. No eran unos ojos impresionantes, pero sí se algo se podía decir de ellos es que eran peculiares. Ella era como sus ojos, si bien tenías claro que eran oscuros a primera vista, muchas tardes parecían querer mostrarte su verdadera apariencia de ojos más claros cuanto más iluminados. Y si un día les visitaba la tristeza solían también ponerse del color de las uvas maduras. Con esta chica y sus ojos, había que jugar cartas propias para aspirar a ganar, pero cuidando el momento idóneo para sacarte ese as de la manga que le hiciera temblar. Era una mujer exigente, pero nunca nadie antes había conseguido hacer de él alguien dispuesto a superarse a mejorar. Y es que, probablemente todos estos detalles infinitesimales eran precisamente los que convertían a su amistad en una especie de oruga en metamorfosis que quizás algún día fuese mariposa.

Pensaba también en la impotencia que le inundó aquellos primeros meses, y que aún hoy venía a visitarle cada vez que él intentaba comprender lo que ella le contaba en un idioma más complejo si cabe que el chino aliñado con un toque de acento ruso. Pero sobre todo, pensaba en como ella había conseguido enseñarle que a veces tiempo y paciencia consiguen dejar en la cocina impregnado el olor de las galletas para siempre, porque todo el mundo es capaz de comprar un paquete de galletas en el supermercado si dispone del dinero, pero quien se las cocina las disfrutará más. Y ya puestos a cocinar, hacerlo a fuego lento es lo más sabio, porque no merece la pena que por ahorrar tiempo acaben todas churruscadas.
La música era casi la mitad de la vida de él,pero a día de hoy tocar la guitarra significaba imaginársela sentada en el sofá rojo tratando de concentrarse en las cuerdas. La guitarra se había convertido así,a lo largo de los días, en un espejo que reflejaba esa cara tan divertida que ponía esa chiquilla cuando, por talento o por casualidad, te soltaba una pregunta sumamente aguda.
Él no había logrado entender como, sin ser más que dos amigos, todo aquello era posible. Tampoco le cabía en la cabeza pensar que habían dejado de importarle las etiquetas o los comentarios del resto de sus amigos. Pero ha decir verdad eran esos síntomas de que había aprendido a tomarse la vida con filosofía. Porque juntos se merendaban las tardes con música endulzada con filosofía. Y aunque todavía habían sido bastante escasas, filosofía tarareada, chillada o incluso ahogada, se había hecho hueco al menos un ratito, en todas y cada una de aquellas tardes. Además, aunque ella nunca lo había confesado, él sabía perfectamente que su condición de semimúsico a menudo provocaba en el interior de aquella chiquilla una reacción en cadena que acababa por hacerle un nudo marinero en el estómago. Nadie había tenido que decírselo nunca, porque él había aprendido a leerle los ojos a la perfección. Y sus peculiares ojillos le transmitían que si ella ya estaba bastante tarada de fábrica, no era sino él quien agravaba esa locura.

Sólo habían pasado veintidós horas, veintitrés a lo sumo, desde que se la encontró recostada en el sillón rojo mirando el atardecer, pero se le estaba haciendo la tarde eterna entre tanto pensamiento.
Por un lado la experiencia le decía que, predicando su ejemplo de chica poco corriente, la próxima vez que coincidieran en alguna parte ella actuaría como otro día cualquiera. Era especialidad de la casa actuar con naturalidad, cosa que podía no entenderse desde fuera por no ser parte de lo que todo el mundo hace. Y es que, a estas alturas, él ya no se desconcertaba por las supuestas actuaciones a contracorriente de aquella señorita desastrosa, porque creía haber entendido que ella tenía su por qué para no dejar a nadie entrar atropelladamente en su vida.

Se fue al sillón rojo a pensar, con la esperanza de que allí lo vería todo más claro. Oía ese grito, que supuestamente ella le había lanzado la noche anterior, retumbando en su cabeza. Sentía además la necesidad de arriesgarse más que nunca, e incluso llegó a plantearse que esta vez no era como las demás, y que no iba a ser capaz de actuar como si nada. No esta vez. Quiso llamarla, pero en lugar de eso cerró los ojos e imaginó lo mucho que se enturbiarían las cosas entre ellos si él cogía y le soltaba todo por teléfono. Se sintió cutre por un momento, y comprendió que debía esperar, y sobre todo no planear lo que iba a pasar la próxima vez que se encontraran. Sin embargo,no fue capaz de dejar de darle vueltas a aquel suceso en el que se entremezclaron el atardecer, una falda verde y una guitarra cogida por cuatro manos en la oscuridad.
Le dio por imaginar como sería un juicio entorno a aquel caso, y cayó en la cuenta de que sin testigos de por medio, lo que había sucedido tan sólo veintidós o veintitrés horas atrás, era completamente subjetivo. Es decir, sin poder contar con todo lo que había pasado por la cabeza de ella, nunca se podría alcanzar una sentencia justa. Por está razón, consideró que si hubiera tenido que nombrar a un testigo que pudiera dar una prueba objetiva de todo aquello que se estaba cociendo entre doña torpeza encarnada y míster casimúsico ese podría ser sin lugar a dudas el sillón rojo. Y aunque sabía que el sillón no estaba capacitado para declarar en aquel juicio, a él le pareció sentir que si éste hubiera podido hablar, hubiera estado indudablemente de su lado.


Se recostó lo más horizontal que pudo y cuando apoyó la cabeza se clavó algo en la nunca. Cuando se dio la vuelta comprendió que lo que se acababa de clavar era un sujetador. Esa especie de corriente eléctrica que le había surcado la espina dorsal la noche anterior subió de pies a cabeza cuando cayó en la cuenta de quien era ese sujetador. Lo miró con algo de curiosidad unos instantes, y de repente se le vino a la cabeza la imagen de su silueta desnuda tratando de buscar las mangas a la sudadera. Le entraron ganas de reír cuando se dio cuenta de lo mucho que le gustaba que derrochara torpeza por los cuatro costados. Si le hubieran preguntado como era ella probablemente se hubiera saltado la peculiaridad de sus ojos, porque sin lugar a dudas era necesario mencionar que ella era una chica que convertía en divertidas, e incluso elegantes todas las situaciones en las que mostraba a la luz su torpeza. Él hubiera dicho de ella que ante todo es extraordinariamente torpe, pero que nunca antes había admirado tanto a nadie en mitad de una torpeza.
Manteniendo en la mente la imagen de esa espalda a la luz de la luna y esa preocupación por terminar de ponerse la sudadera, decidió que devolverle el sujetador era la escusa perfecta para verla. Estaba ya decidido a llamar cuando oyó a lo lejos una moto que se acercaba. Pasados poco más de diez segundos, entró ella. Trataba de aparentar que estaba indignada, pero como de costumbre sus ojos le delataron diciendo que se alegraba de verle en el sillón rojo:

  • Hola señorita, me parece que tengo algo muy tuyo- dijo alzando el sujetador
  • ¿No me digas? Ni me había dado cuenta. ¿Y sabes quien no se ha dado cuenta tampoco? Mi madre, que al poner la lavadora ha mirado una por una las prendas que llevaba ayer a ver si faltaba algo. Y mira que casualidad que faltaba el sujetador. Y claro como no se ha dado ni cuenta, tampoco se ha enfadado ¿sabes?- dijo tirando del sujetador con fuerza hacia si. Él no lo soltó a pesar de los repetidos tirones de ella.
  • Pues yo no veo tanto drama en que como fan mía me hayas regalado un sujetador en uno de tus arrebatos de enamoramiento de un músico de mi categoría- bromeó tirando del sujetador y haciendo que ella lo soltara.
  • Pero ¿qué haces? Que sea una olvidadiza no significa que te haya donado ese sujetador ¿sabes?
  • Ya,ya. Y me voy a creer yo que ha sido una casualidad que se te haya olvidado aquí justo tu sujetador más sexy- dijo para disfrutar de aquella chiquilla fuera de sus casillas- Que pillina eres, lo has puesto estratégicamente aquí para que yo me topara con él y no tuviera más remedio que pensar en ti. Pues ¿sabes qué?he de reconocer que lo has conseguido, pero no ha sido sólo culpa de este sujetador...
  • Como no me lo devuelvas ya, te voy a pegar un cacho de mordisco que …
  • ¡ Eh, leona! No es necesaria la fuerza bruta. Sólo intento que veas que no es normal que tu madre se piense que has hecho cosas que no has hecho sólo porque haya un sujetador que no aparezca. Es más, si se sulfura por algo así conociendo la extraordinaria capacidad que tienes para perder todo lo que tocas, es que le asusta que su hija se esté haciendo mayor. Sino has hecho nada de lo que sospecha, no le des la razón buscándolo como si te hubiera pillado. Aunque, de todas formas no estaría mal que tu madre tuviera razones para pensar lo que piensa,y estarás de acuerdo conmigo en que...- no acabó la frase, pero añadió entre una risilla- nada mal.
  • ¿Qué pasa? ¿que quieres pelea? Sabes que no me hace gracia que hables de esas cosas como si estuvieran a punto de producirse...
  • ¿Qué cosas? Yo no soy capaz de pensar en ninguna actividad que se haga sin sujetador que sea mala...
  • Ves, ya estás otra vez...
  • Vamos a ver, me imagino que tú, como todas las mujeres, dormirás sin sujetador, y que yo sepa no hay nada más sano en el mundo que dormir.- Seguía con el sujetador en la mano, y ella permaneció en silencio con cara de pócker.- No tienes razones para enfadarte. Es más igual deberías de quedarte aquí esta noche a dormir para que yo vea si tengo razón en eso de que las mujeres dormís sin sujetador...
  • ¿Tú crees? Yo más bien creo que eso es lo que te gustaría a ti, pero como no voy a ser yo la única que salga mal parada de todo esto, mejor duermes tu solito. Y si no te da la gana de darme el sujetador, me parece estupendo, pero no esperes...
  • Shhhh- Él le tapó toda la boca impidiendo que siguiera con el sermón.- Deberías de saber que cada vez que intento picarte lo hago porque estás bastante guapilla cuando te mosqueas. Y no es que no quiera que te quedes, pero te conozco, y no es la mejor estrategia pedirte que lo hagas. Tengo que hacerte una pregunta, pero sólo si te tranquilizas y me contestas con un grado de cero rencor.
  • Pues no te prometo nada, pero igual el hecho de que me vayas a devolver mi sujetador ayude un poco.
  • Tienes que decirme por qué no dejas a la mayoría de los chicos que jueguen contigo
  • ¿ Te refieres a por qué me cuesta tanto abrirme con una persona?
  • Si eso es.
  • Creo que lo que me pasa es que veo que a mi lado hay demasiada gente que se vale de la aprobación de otros para actuar. Además, hace un tiempo oí que “los hombres se enamoran de lo que ven, y las mujeres de lo que oyen. Por eso las mujeres se pintan, y los hombres mienten” Y a decir verdad esto ha ocurrido así en casi todos los casos que me he encontrado en mi vida. Yo no digo que no pueda haber excepciones, porque de hecho creo que si hay algo que yo busco es precisamente una de esas excepciones. Pero hasta donde yo sé, hay demasiados hombres que se dedican a actuar de forma distinta con sus amigos que con sus parejas en función como les convenga. Y como de esos te encuentras como churros, supongo que la solución que yo he aplicado es cerrar radicalmente la barrera hasta que alguien esté dispuesto a saltarla...
  • Bueno, está claro que razón no te falta. Pero yo creo que tendrías que confiar más en que hay personas que pueden asombrarte. Además si lo piensas un segundo, tu nunca te maquillas, por lo tanto es lógico pensar que también existan hombres que no mienten. Que quieres que te diga, pero justo delante tienes a un aspirante a estrella del rock que desde que se dio cuenta de que vivir al bollo es absurdo, vive siendo auténtico. No quiero echarme flores, pero aunque tengo mis baches, yo nunca te miento. Deberías saberlo. Además, no me negarás que tu también te enamoras bastante por lo que ves. Vamos, puedo hacer la prueba de algodón ahora mismo- decía mientras se levantaba la camiseta.- dime que no te gusta lo que ves...
  • No puedo decirte que no me gusta...
  • Ves. Si es que somos un par de excepciones excepcionales. Y nunca mejor dicho. Nunca creí que diría esto, pero lo mejor que tienes es que eres más natural que un yogur. El maquillaje sólo ocultaría lo que eres, y me gusta que hayas decidido no llevarlo.
  • Y a mi me gusta que me digas que eres una excepción en eso de mentir sin ton ni son. Sin embargo, veo por donde vas, y me temo que aunque seamos dos excepciones, el sillón me ha confesado antes que cree que será mejor que no demos por hecho que ahora lo que toca es un beso de esos de película, porque en realidad ahora me toca decirte que como no vuelva enseguida con mi sujetador a casa, sólo me darás un beso en toda tu vida, porque mañana ya no tendré cabeza. Así que me temo que tengo que irme.

Ella intentó escabullirse con todo el morro del mundo, pero él no estaba dispuesto a quedarse una quinta vez con la miel en los labios. Así que añadió:

  • Mira por donde que a mi me gustaría que me mintieras si es necesario para escucharte decir que te mueres de ganas de enseñarme si las mujeres dormís o no con sujetador.
  • No tengas tan claro que tendría que mentirte para decirte eso- Se acercó a él peligrosamente y le susurró- Pero si lo hiciera tendría que matarte, porque no te soportaría con lo crecidito que te pondrías si lo admitiera. Así que de momento tendrás que quedarte con la incertidumbre.
Sonrió como ella sólo lo hacía a modo de despedida. Después se giró y se fue. A él le pareció que el barco iba viento en popa a toda vela, pero lo hubiera gustado que la tercera noche en el sillón rojo hubiera sido la vencida.




pd: su condición de semimúsico indudablemente facilitaba las cosas, pero estaba claro que con ella nada era fácil.

Pauli
4/4/11

6 comentarios:

  1. hahah me ha gustado mucho el diálogo sobre el sujetador !! *____* hahah Y eso de que los hombres mienten y las mujeres se pintan... Menuda frase ! :D
    ¿Cual era la pregunta? hah dimelo por comentario porque no me ha salido nada de nada! x)
    Besos! Gracias por leerme:)

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  2. Okey, espero que no te importe que te conteste por aquí, pues no sé si tienes tuenti de escritora y parece que no has puesto tu mail en ningún sitio. :)

    Punto 1. Para el traductor solo tienes que añadir un gadget tipo HTML/Javascript y pegar este código:

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  3. Vale Pau me vas a tener que dar tu tuenti o tu e-mail porque blogger no deja pegar códigos en comentarios.

    2. No creo que se pueda. Pero aquí te dejo el enlace de una página con muchos gadget para blogger: http://www.blogtecnia.com/2009/11/recopilatorio-widgets-gadgets-para-tu.html

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  4. 3. También va por código, sorry :)

    Cuando puedas dame tu e-mail por un comentario y ya está.

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  5. Pase por tu blog y me encantó :)
    pasa por el mío. Te sigo, me seguis? :) un besito !
    http://under-inspection.blogspot.com !

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