Ser único. Ser feliz.

- Eso no es normal

- Lo sé. Pero, ¿quién quiere ser normal?

jueves, 10 de noviembre de 2011

Hasta Lujuria esperaba a que alguien reaccionase por ella


 Te presento a Lujuria, mi vecinita de arriba.

Lujuria era tan tentadora que cada vez que él la veía meter la llave en el portal,le daban ganas de apresurarse a bajar los ciento cincuenta y un escalones que separaban la puerta de su querido piso del centro, de la mismísima calle. Soñaba con ese encuentro, teóricamente casual, que en realidad llevaba planeando desde que ella se mudó a aquel antiquísimo edificio una mañana de mayo. Aún le resulta vergonzoso cuando se acuerda de la cara de tonto que se le quedó cuando se enteró de que aquella delirante chiquilla había alquilado el piso de Doña Purificación: la viejecita de los seis gatos que llevaba viviendo justo encima de él al menos tres años. El mítico ruido del andador de Doña Purificación que tantas mañanas de domingo había acrecentado el dolor de cabeza que caracteriza a la resaca fue sustituido, aquel mismo día de mayo, por el sonido de cientos de pares de tacones que aquella nueva inquilina poseía y coleccionaba para lucir día tras día y noche tras noche.







Cada día ,a la misma hora, la veía volver a casa contoneándose con aires de muchachita impregnada de juventud. Se deleitaba viendo como aquella chiquilla siempre olvidaba sacar las llaves antes de llegar al portal, con lo que después malgastaba dos o tres minutos buceando en las profundidades de sus, a menudo, gigantescos bolsos tratando de encontrarlas. Era Lujuria de esas chicas que ni son perfectas, ni quieren serlo. Y era justo ese aire de mujer despistada lo que a él más le inquietaba de ella.

Como Lujuria nunca usaba el ascensor, siempre pasaba por delante de su puerta dejando el rellano impregnado de su aroma. Y a él le encantaba ese olor, pues Lujuria no usaba el clásico perfume extremadamente dulce que huele a una mujer cualquiera, o al menos a él le parecía que el aroma de aquella mujer, aunque arrebatadoramente dulce, tenía un regusto ligeramente picante. Le parecía adictivo, delirante, penetrante y sugerente a la vez que alegre y refrescante. Casi le daba la sensación de que ese perfume que ella usaba mandaba una serie de mensajes subliminales al mundo. Además estaba seguro de que, de ser así,él tenía un receptor perfectamente sincronizado con esos mensajes, pues cuando la olía pasar,sentía ganas de subir tras ella y dejarse de vergüenzas absurdas.

A él sus amigos le habían hablado de ciertas técnicas infalibles para tropezar con ella y dar pie a que surgiera el amor entre los dos. Sin embargo, de momento había preferido permanecer en el anonimato. Sabía que no era mala idea usar la típica escusa de película en la que un vecino que se ha quedado sin sal sube a casa de otro vecino a por un poco. Y es que, tanto literal como metafóricamente eso podía resultar cierto: su vida andaba algo sosa desde que la monotonía se presentó entre su novia y él. Aunque claro, esa chica ya no era novia ni era nada, pues ambos se eran infieles y muertas estaban ya hasta las miradas. Así que no se sentía demasiado culpable por desear más a Lujuria que a la chica que mantenía como novia.

Así, sin demasiado cambio, pasaron los meses y desde la lejanía él iba aprendiendo poco a poco de ella: Lujuria su vecinita de arriba.



Lujuria no llega a la hora. Algo cambia, no sigue igual

Una buena tarde de mediados de septiembre, tras acabar de una vez por todas con la absurda relación que mantenía con aquella chica a la que ya no deseaba, él salió al balcón como cada día esperando ver a Lujuria entrar en el portal. Sin embargo, quedó extrañado al comprobar que prácticamente se había acabado ya el pitillo que solía fumarse a aquellas horas, y ella aún no había aparecido por allí.
Entre aquellos pensamientos se encontraba, cuando oyó de repente un fuerte estruendo que provenía del balcón de arriba. Lo primero que se le vino a la mente fue la idea de que alguien estaba robando , pues le pareció inimaginable pensar que ella estuviera ya en casa. Sin embargo, sus dudas se aclararon enseguida cuando una serie de gemidos consecutivos llegaron desde aquel balcón. Al parecer Lujuria había llegado antes a casa, y además lo había hecho acompañada.


Algo dentro le dolía mientras oía los gemidos de Lujuria entremezclados con la brisa de aquella tarde. Fue quizás para él aquel el peor día desde hacía mucho tiempo, y no precisamente por la ruptura con su novia, aunque ésta también sucedió aquella tarde. No tenía razones lógicas para sentir celos de aquellos sonidos, pero la lógica no tenía que ver nada con todo aquello.
Sabía que Lujuria era una mujer deseable, pero nunca había podido imaginarse que escuchar la dulce voz de ella le hubiera afectado tanto. No supo muy bien a qué atenerse. Confuso, triste y desorientado se quedó en el balcón con aquel sonido de fondo y fumándose la tarde a base de hacer oídos sordos.
Dos copas de ron y medio paquete de tabaco después, aquel sonido parecía haber cesado. Y el silencio reinaba de nuevo en aquel bloque de edificios del centro de la ciudad. Sin embargo, tan sólo unos diez minutos después, unos gritos terriblemente fuertes le sobresaltaron, pues procedían claramente del piso de arriba.

  • ¡Sal de mi casa ahora mismo! ¡¿Me oyes?!
  • Relájate, ¡no es para tanto!
  • ¡ No me digas que me relaje! ¡ Es increíble! ¡ Eres un cabronazo integral! ¡ Sal de mi casa ! ¡ No quiero volver a verte nunca!
  • Sólo eres una guarra barata, como todas las demás. Así que no me seas exquisita porque yo puedo hacer lo que me venga en gana.
  • Ya te gustaría a ti que yo fuera como todas las demás. Si quieres una puta verifica tu agenda, porque te has equivocado de número.

Lujuria le cerró la puerta en los morros a aquel tipo, y dio un portazo que tembló todo el edificio. Desde el piso de abajo, él no supo como sentirse pues de alguna manera el dolor de Lujuria en aquellos momentos se le quedó clavado muy hondo. Hasta le dieron ganas de ponerle la zancadilla a aquel tipo para que rodara por las escaleras. Sin embargo, se vio sin fuerzas para hacer nada.
Los sollozos de Lujuria fueron lo único que se oyó durante varias noches en aquel edificio de pésima insonorización, que estaba en centro de la ciudad.



Lujuria está triste y baja en ascensor

Desde aquella tarde Lujuria había dejado de ser la misma: no se ponía zapatos de tacón que hicieran retumbar el suelo, ni iba por la calle con una sonrisa contagiosa. Pero lo más llamativo para él fue que desde que Lujuria se puso triste dejó de inundar la escalera con su perfume picante, pues decidió que usar el ascensor le permitiría no desperdiciar esas valiosas fuerzas que necesitaba para llorar y desahogarse.
A él estos cambios en ella también le entristecieron bastante. Sobretodo que hubiera cambiado la escalera por el ascensor, pues desde hacía tiempo no olía ese evocador perfume. Así que, un día como otro cualquiera, decidió llevar a cabo el encuentro “casual” que tanto tiempo había estado planteándose. Sólo quería volver a respirar ese perfume, aunque fuera durante los diez segundos que tardaba el ascensor hasta su piso. Así que, controlando a la perfección los horarios de ella, decidió esperarla en la esquina anterior a la casa y andar con ella hasta el portal donde subirían juntos en el mismo ascensor.
El plan iba sobre ruedas, y Lujuria parecía no haberse dado cuenta de que él era su vecino. Sin embargo, cuando ya estaban dentro del portal esperando al ascensor, Lujuria se dirigió a él sonriendo:

  • ¿ Sabes una cosa?- le dijo mirándole a los ojos como si entre los dos hubiera total confianza.
  • No... dime...- dijo bastante cortado pues no se esperaba para nada aquella extraña situación.
  • Puede que tú creas que me conoces a la perfección- hizo una pausa, él comenzó a ruborizarse pues creía que ella había descubierto que él se había enamorado de ella sin apenas conocerla- pero en realidad yo sé mucho más de ti.
    Él no cabía en si de asombro
  • ¿Qué quieres decir? No entiendo nada...
  • En realidad yo me mudé aquí porque me enamoré de ti...- hizo otra pausa. La situación para él había dado un giro de 360 grados en apenas unos segundos- Tiene gracia ¿verdad? Por alguna extraña razón tú y yo conectamos, porque ambos no hemos enamorado el uno del otro a simple vista y lo hemos mantenido en secreto durante meses por miedo a no ser correspondidos. La vida es tan absurda. Nos pasamos el día esperando a que pase algo que lo cambie todo. Esperamos a que alguien reaccione por nosotros y nos aterroriza fracasar. Y esto no lo digo yo, lo he leído en varios sitios. Pero es que es totalmente cierto, no reaccionamos, no tomamos las riendas de nuestra vida, o si lo hacemos a veces es demasiado tarde...
  • ¿Quieres decir que tú sabes desde hace tiempo que estamos enamorados el uno del otro...
  • Sí, lo que pasa es que no era el momento de desvelarlo todo. Es importante que las cosas pasen cuando tengan que pasar, porque si se fuerzan es difícil que funcionen. - sonrió- ¿ No piensas que soy una psicópata por mudarme a tu edificio?
  • Al fin y al cabo yo estaba haciendo un poco lo mismo...

Al fin llegó el ascensor. Él le abrió la puerta y enterrando la vergüenza añadió:
  • No se me ocurre ningún lugar mejor que este ascensor para que empiece lo que ambos estamos deseando.
  • Estoy totalmente de acuerdo, estaba esperando impaciente que dijeras justo eso.



Seducción en el ascensor. Lujuria, la vecinita de arriba fue seducida por el fumador del balcón. Al fin él puede tocarla, degustarla. Poco a poco ella se entrega. En el ascensor se respira ese perfume tan picante, tan ardiente. Los vecinos hacen oídos sordos, porque debido a la nefasta insonorización del edificio, en todos y cada uno de los pisos se oye a esos dos vecinos. Lujuria maulla como uno de los gatos de la señorita Purificación y él puede sentir que su corazón renace, su sangre se enciende y sus cinco sentidos disfrutan sintiéndola temblar.





….


A medida que fui escribiendo esta historia, me di cuenta de que en ella quedaba reflejado como tus cinco sentidos se van aventurando a amar a una persona: la ves, te entra por los ojos. La hueles, te hechiza su olor. La escuchas, conoces su historia, su alma. La tocas, la achuchas, la estrujas, comienza el contacto físico. Entonces sueles decidir que saborearla te apetece tanto que simplemente ocurre. Una vez se haya forjado confianza entre las dos personas podrás sentir a Lujuria.

Hablo de amor. Cada pareja es un mundo, pero si Lujuria se hace la facilona porque está triste y ha dejado de creer en el amor, piensa que sólo la degustarás una noche. Algunos quieren Lujuria transitoria, y otros buscan amor.


“Sentir temblar junto a ti a aquella persona por la que temblabas con sólo oír su nombre”




Pauli.

2 comentarios:

  1. Guau chica, me lo he leído entero y me ha fascinado. Admiro a la gente que crea historias y más si son como estas :)

    ResponderEliminar
  2. muchas gracias :) !
    aunque la verdad es que precisamente tú escribes cosas admirables ;)
    un abrazo.

    ResponderEliminar

muerde la vida

HAIRCUT from MAMMOTH on Vimeo.