Ser único. Ser feliz.

- Eso no es normal

- Lo sé. Pero, ¿quién quiere ser normal?

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Si fuera esto una película, estaríamos hechos al agrado del público

El patio de butacas estaba a rebosar, pero aún quedaban quince minutos para que comenzara la actuación. Como buenos españoles que éramos la mayoría de los allí presentes, teníamos escandalizados a una pareja de suecos con nuestro nivel de ruido. Cada cual gritaba más alto que el de al lado. Y los nervios estaban a flor de piel en aquella noche en la que debutaba mi amiga en un teatro de Madrid.
Desde el instante en el que supe que  para ella significaba mucho todo aquello, no dudé en organizar toda mi agenda en torno a aquel acontecimiento. Era una de mis prioridades estar presente el día en el que ella cumplió uno de sus más ansiados sueños, porque se mire como se mire, no se puede presumir de una amiga actriz todos los días.


Fui al teatro sola, eso sí. Aunque estuve a punto de ceder ante la insistencia de esa aspirante a actriz tan pesada que yo tenía por amiga, que me aconsejaba que abandonara el orgullo e invitara a ese tipo que me había robado el corazón una vez. Pero finalmente no le llamé. Quise convencerme a mí misma que ya no le echaba de menos. Y ante los reproches de mi amiga, argumenté a mi favor que  de invitarle a él tendría que haber invitado también a ese delirante encanto del que nunca se separa, y  mi enconomía ya no daba para comprar tres entradas. Ante estas escusas baratas, ella me puso pucheritos, y como se le da tan bien actuar, improvisó  el típico sermón que dan las madres, por el hecho de ser madres, para que sus hijos entren en razón:

-     Me pones de los nervios intentando evitar lo que sientes. Tienes que afrontar la realidad. Tirarte a la piscina como solías hacer. No permitiré que te quedes mirando desde el bordillo cuando sabes que él ha vuelto a nadar ,y sólo quiere hacerlo contigo. ¿Qué te cuesta llamarle? Ni siquiera tendréis que hablar porque estaréis viéndome hacer el ridículo...
    +   ¿ Tengo que recordarte que él dijo que ahí acababa todo? Yo terminé con lo nuestro, pero él fue quien, mirándome a los ojos, me dio a entender que ya no sentía nada. Parece que no recuerdas que, a pesar de que salieron esas palabras de su boca, yo no quise asumirlo y seguí atontada por su culpa durante meses. Por aquel entonces, me decías que tenía que olvidar, que no había otra solución. No puedes hacerme creer ahora que él quiere verme.
-  Yo no te tengo que hacer creer nada. Yo sólo te digo que  la vuestra es una historia de amor de dos auténticos cobardicas. No hacéis otra cosa que esconder lo que sentís y sinceraros conmigo. Si alguno de los dos fuera valiente, no estaríais ambos como tontos ideando formas de que yo os hable del otro. Erais felices juntos, eso se veía a la legua. Pero siempre os ha encantado complicaros la vida por miedo a enamoraros.
+ ¿ Enamorarnos? Eso son palabras mayores. No te voy a negar que le echo de menos, aunque duela tanto admitirlo. Pero, en cualquier caso, fue él quien dijo la última palabra. No entenderá nada si le invito al teatro.
- No soporto cuando sacas tu razón por encima del corazón. El invierno y la rutina te tienen desentrenada en eso de improvisar y guiarte por los impulsos. Intentas mantener la cabeza fría a toda costa, querida. Pero tanto tú como yo sabemos que no es posible mantener la cabeza fría mientras el corazón arde. Y yo, como narrador omnisciente que todo lo sabe y controla entre los dos, te digo que si algo hacen vuestros respectivos corazones es arder en deseos de encontrarse - dijo bromeando.
+  ¡Serás payasa!
-   Se te pone una cara de tonta cuando hablamos sobre el tema que no es muy difícil ser todopoderosa y saber a la perfección lo que sientes. Respecto a él, últimamente está muy pesadito contándome lo que solíais hacer juntos. Así que, como no os olvidéis de el orgullo y esas idioteces ,te juro que seré yo misma quien tome cartas en el asunto.

Por supuesto, cuando mantuvimos esta conversación dejé claro que, a pesar de que me alegraba pensar que él me echaba de menos, yo no iba a llamarle.


Así que, me encontraba sola en aquel teatro. Sola, pero  tan arreglada que daba la sensación de que tenía la cita de mi vida. No me pinté, porque tampoco era cuestión de ir vestida como a la ópera, y el maquillaje y yo no acabaremos de llevarnos bien nunca. Sin embargo, me puse el vestido azul y me recogí el pelo.
Aún quedaban diez minutos para que comenzase la función, cuando volví de vagar por mis pensamientos. Decidí sacar del bolso esa libreta que me regalaron cuando acabó el verano con el pretexto de que la inspiración puede llegar en cualquier sitio. Me gustan mucho las estupideces que escribo en esa libreta sobre las cosas que me sorprenden en el día a día, porque agrupando algunas de esas estupideces alguna vez consigo escribir algo con sentido. Observé que a mi alrededor había mucho sobre lo que escribir. Con el bolígrafo en la mano caí en la cuenta de que quizás en un teatro se esconden tantas historias como personas aguardan ansiosas a que se levante el telón y empiece la función.


Observé cuidadosa para plasmar la realidad en el papel, pues me apetecía escribir algo realista. Estaba cansada ya de que el amor se apoderara de mis historias aún cuando éste se había dignado a abandonarme a mí. Entre toda esa multitud, encontré personas de lo más variopintas. No obstante, me llamó bastante la atención que, entre las abundantes parejas que habían decidido pasar la noche en el teatro, había más infelicidad que disfrute y plenitud. Quise achacar esa infelicidad que tantos desprendían, aunque trataban de enmascarar, a la crisis, o al frío. Sin embargo, pronto comprendí que la rutina invade tantas vidas occidentales a día de hoy, que a menudo no nos damos cuenta del daño que hace en algo tan alocado como el amor hasta que poco queda de su esencia. Ver tantas parejas apagadas cuyos corazones  ya no ardían por culpa de la obsesión por mantener la cabeza fría y mostrar entereza cuando nos invade el instinto, me hizo pensar en él otra vez. Me quedé embobada  mirando a un tipo que era bastante atractivo que,por alguna razón que se me escapaba, me miraba intensamente. Me pareció que me sonaba de algo, pero estaba demasiado lejos para reconocerle. Vestía bastante elegante, y me dio la sensación de que haríamos buena pareja.

Él me pilla infraganti y para mí comienza a ser incómoda su penetrante mirada, así que bajo la cabeza haciendo que escribo algo en la libreta. No quiero que piense que le miro demasiado, así que mantengo la cabeza gacha.  Pasados unos segundos siento que me pica la curiosidad y tengo que comprobar si sigue mirándome. Siempre me perdieron los tipos con aire desenfadado que se atreven a ponerse traje. Esa combinación es explosiva para mi, lo sé. Así que miro. Y me encuentro su mirada de lleno casi perforándome. Me asusto un poco. Él se levanta de su butaca y parece decidido a acercarse. Justo entonces la luz comienza a hacerse tenue en todo el teatro. Yo me giro como si no me hubiera dado cuenta de todo aquello y simplemente me dispusiera a disfrutar de la función. Alguien me toca la espalda a modo de llamada, y yo me sobresalto. Finalmente me giro esperando encontrarme al tipo sexy de la mirada penetrante, pero en realidad es una señora rechonchita y bajita la que tiene algo que decirme:

-   Perdona que te moleste chiquilla, pero un tipo me ha dado esto ahora mismo y me ha indicado que es para ti – dijo en un tono casi inaudible y me dio un papel.
+  Muchas gracias.- le contesté.

Quizás no está demasiado bien salirse del teatro justo cuando va a comenzar la representación, pero todo aquello me tenía desconcertada. Así que salí. Abrí el papelito en el que sólo ponía : “ sabía que ibas a salir”. La verdad es que me indignaron bastante esas cinco palabras, pero no me dio tiempo a manifestar mi enfado porque justo cuando levanté la vista allí estaba él. En cuanto aquel tipo trajeado se me acercó un poco, le reconocí. Estaba más guapo que la última vez que le vi, pero olía igual de bien que siempre. Sentí una mezcla entre alegría, dolor  y cabreo al verle. Me cabreé momentáneamente con mi amiga por haberle llamado, pero rápidamente comprendí que ella sabía que los dos necesitábamos aquel encuentro de una vez por todas. Se acercó más y no pude evitar mirar su corbata. Había decidido ponerse una corbata con copitos de nieve. Justo entonces me entró la risa y me reí sin mesura ni freno posible. ¿Pero quién en su sano juicio se pone una corbata con copitos de nieve? Me oigo reír a mi misma por primera vez en bastante tiempo, y él se da cuenta de que me río con él y no de él. Aún así, esta más guapo de lo que recordaba. Me hace un repaso de arriba a abajo y sonríe. Entonces siento unas fuertes ganas de abrazarle de nuevo, y no me lo pienso dos veces. Él me coge entre sus brazos y me aprieta fuerte contra sí. Justo en ese instante, como si los dos fuésemos los protagonistas de una película, el silencio se ve invadido por un fuerte aplauso. Permanecemos abrazados unos instantes, y aunque ninguno de los dos parece echar de menos demasiado las palabras en ese preciso momento, él se decide finalmente:

-  Muy guapa estás tú ¿no? A ver, dejame verte pequeña. Siempre pensé que el azul te favorecía.
+  Muchas gracias. A mí me encanta tu corbata.
-  Sabía que esta corbata no fallaría- hizo una pausa y yo me di cuenta de que la corbata había cumplido perfectamente su función devolviéndome la risa enseguida.- Creo que no deberíamos de hablar de cosas tristes ni aburridas, es más creo que deberíamos 
+  Pero, ¿qué? Veo que sigues estando igual de loco. ¿A dónde me llevas?- dije mientras él tiraba de mí.
-  Creo que es mejor que desaprendamos lo poco que creemos saber el uno del otro, así que ¿por qué no volvemos a encontrarnos casualmente?
+ Perfecto, es una idea estupenda – me alucinaba cómo actuaba, creo que todo aquello le convirtió en alguien más irresistible si cabe. - Todo esto parece sacado de una película, no hace falta que...
- Ey, ey, ey. Esto es la realidad. Si esto fuera una película, estaría lloviendo a cántaros y nos besaríamos apasionadamente tras confesarnos el amor mutuo. Si esto fuera una película, después de esto vendrían los títulos de crédito, pero yo lo que te estoy proponiendo es justo lo contrario. No te propongo una reconciliación con final feliz, sino un principio desde cero. Si esto fuera una película, para ser felices tendríamos que comer perdices, y ni siquiera sé si te gustan, así que el único ingrediente que usaremos para tratar de ser felices será la improvisación. Yo te propongo que entre nosotros nunca haya nada que se presuponga, y que sorprendernos y cuidarnos el uno al otro sea lo que más nos preocupe. Si esto fuera una película, ahora mismo todos los espectadores estarían enternecidos por todo esto que te digo con toda la sinceridad del mundo. Pero como esto es la vida real lo que yo te propongo es que en esta historia disfruten siempre más los implicados que los espectadores, porque si tratamos de vender a alguien que somos felices al final podemos olvidarnos de preocuparnos por serlo. ¿Qué me dices?
+ Ven aquí – le estrujé lo más fuerte que pude contra mí.
-  Además yo no quiero para nada a la protagonista de una película, yo lo que quiero es a la escritora. Así que somos nosotros los que escribimos nuestro destino. Sólo tu y yo.


Quise enseñarle entonces mi libreta llena de apuntes, para que viera algo en particular. Cogí la libreta y la abrí por la página en la que había estado escribiendo sobre la gente del teatro.

+ Mira, esto lo escribí antes cuando me mirabas desde la lejanía.
-  “Definitivamente me gusta el chico del traje y la mirada penetrante” - leyó y subió la mirada  algo cortado.
+  Se me olvidó añadir que  no es que me guste el chico del traje y la corbata de copitos como chico, sino que me gusta como persona.
-  Me siento halagado querida escritora- sonrió- pero ¿hay algo que quieras decirme con eso
+ Quiero decirte que me entraste por los ojos ahí dentro, pero que algunas veces los amores caducan si nos enamoramos fijándonos sólo en lo de fuera, pero sé que de ti lo que realmente me atrae es lo que eres por dentro. No dejaré que esto caduque, porque fuera esto o no una película nadie entendería que te dejara escapar con tu corbata de copitos de nieve.
- Lo sé es una corbata irresistible.



Mi amiga se lució aquella noche tanto en el escenario como fuera. Gracias a que esa actriz nos empujó a que iniciáramos nuestra historia completamente distinta a las películas, seré feliz.



Pauli.


Si tu corazón arde por alguien o por algo, pregúntate si es bueno para ti eso que anhela antes de extinguir las llamas con la frialdad de tu razón.


“ El amor es locura, no sabiduría”

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