Ser único. Ser feliz.

- Eso no es normal

- Lo sé. Pero, ¿quién quiere ser normal?

sábado, 1 de octubre de 2011

No querían que escribiera, pero querían todo lo demás.

Vuelve a casa tras la entrevista con los tacones en la mano y una larga sudadera que le cubre la falda de tubo y oculta el escote de su camisa preferida. Esa sudadera, que aún huele a su dueño, disimula perfectamente sus curvas. Camina despacito por la acera, mientras se promete a sí misma que en la próxima entrevista irá disfrazada de línea recta. No sabe si lo entiende, pero conoce ya de sobra los ojillos que ponen aquellos que admiran la curvatura del cuerpo de una mujer. Y en el fondo siempre ha deseado que la diseñaran más recta, menos asimétrica tanto de cuerpo como de alma. Digo en el fondo, porque a estas alturas ya había aprendido a ver también las ventajas de ser desordenada, soñadora y curvilínea, pero de pequeñita le enseñaron que había que ser ordenada, aburrida, normal,responsable y cuerda. Y es que entre todos esos adjetivos tan sumamente rectos no encajaba en absoluto un alma cuya vida se regía más por la improvisación y la búsqueda de ser irrepetible. Simplemente era una chica curvilínea a la que le estaban pidiendo algo que siempre consideró absurdo: ser normal. Pero absurdo o no, el hecho de que la normalidad no le cayera demasiado bien era algo por lo que nunca llegaría a alcanzar la perfección a la que, según tantas personas rectas de su vida, había necesariamente que aspirar. Por todo esto había odiado siempre tener tanto un cuerpo como un alma irregulares en un mundo que aspiraba a hacer una colección. A su parecer últimamente el mundo se dedicaba a coleccionar personas más rectas que palillos chinos y cuya alma no se saliera ni un ápice del molde que había sido creado para que toda mente perdiera su individualidad innata relegándose a ser otra fotocopia perfecta.
Sentía lástima del mundo porque no sabía hacer colecciones, ya que se estaba dedicando a amontonar cromos repetidos en forma de almas en vez de cambiarlos por otros nuevos.

A si que cuesta arriba, por una calle cuyo suelo parecía una alfombra de hojas marrones que crujían al pasar, se dedicó a inspirarse con la ciudad para guardar esas sensaciones para otro día en el que le apeteciera escribir. Oculta tras esa sudadera gris que olía tanto a recuerdos avanzaba rumbo a ese sito que tienen algunas ciudades en el que aún podemos ver que existen personas que no desean perder sus curvas: el metro. En cada vagón puedes aprender de cada diferencia que vive instalada en los rostros de muchos de los ciudadanos que frecuentan ese sitio en el que ella había encontrado tantos cachitos de historias que escribir. " Aún no me preocupa el frío otoñal" pensó mientras se disponía a bajar las escaleras para el andén " Gracias verano por mantener mi alma caliente, gracias por haber acabado con la ruina y haberme hecho experimentar tantas sensaciones nuevas. Sabes que te echaré de menos, pero gracias por todo verano, y hasta el año que viene" - pensó mientras sonreía para sus adentros.

Una vez en el tren le da por repasar la entrevista para entender por qué llevaba cuatro manzanas andando descalza por las calles otoñales de un Madrid que sabía a Septiembre. Y seda cuenta de que en el fondo a hecho bien, aunque pocos lo entiendan una oportunidad disfrazada de oro para una chica tan joven era en realidad una farsa. Era todo una mentira disfrazada de verdad, como tantas otras mentiras y tantos otros disfraces dominaban las ciudades de aquellos tiempos.

"Un hombre de unos treinta años estaba entrevistando a una chiquilla temblorosa, que vestida como le habían aconsejado para salir exitosa, entró en el despacho transmitiendo que desbordaba creatividad y ganas de escribir.

...

- Eres buena, encajas bien con nuestro perfil ¿ Entonces qué, te apuntas? - La mira haciéndose el interesante. Parece que esa es una pregunta obligada, pero que está claro que esa chiquilla enfundada en una falda de tubo y con unos tacones con los que podría tocar la luna si se lo propusiese va a aceptar necesariamente a cobrar por lo que escribe sin que importen demasiado las condiciones. Desliza el contrato por la mesa y le acerca una pluma.

- No - sentencia ella alejando la pluma de sí.

- Es una buena oportunidad, pagamos genial. Neesitamos una mujer en la redacción y a ti esto te reportaría ventajas tales como qu tus inicios se den en un sitio privilegiado. No todo el mundo puede poner eso en su currículm. - dice tratando de persuadirla. Eso sí tendrás que entnder que empezarás sirviedo cafés, y haciéndome unos trabajitos...- él le dio un repaso con la mirada tratando de intimidarla, casi de someterla como si ese fuera un precio que hubiera que pagar a cambio de poder escribir.

- ¡ Já ! Que bonito y preparado te ha quedado eso. Pero ¿sabes que? Te equivocas. Sé escribir ¿sabes? Quizás no como me gustaría, pero sé hacerlo. Lo que pasa es que mis tetas no te dejan verlo, y eso es poblema tuyo. Búscate a otra que quiera contonearse por aqui y que apenas sepa escribir su nombre completo, porque yo no quiero.

Tenía razón: no querían que escribiera, pero querían todo lo demás. Se sintió orgullosa de no querer ser recta a toda costa aunque quizás esta vez sus curvas y su falda hubieran sido los culpables de todo. Las cosas o habían salido como esperaba por la mañana: no tenía su primer trabajo, pero mientras metía la llave en el portal y el sol acariciaba ya el horizonte sintió que era libre, estaba viva y el otoño era todo suyo.

Pauli.

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