Ellos dos apagan la luz y encienden las ganas.
Locura, desenfreno, juventud: amor sin canas.
Se miran aunque no se ven,
se respiran y abrazados rien
tratando de no caer.
Ambos cuidan que sólo caiga aquello que les viste,
y él exhausto insiste en seguir siendo el dueño
de ese resuello que prefiere sentir a respirar.
Ella se marea, vacila y se recrea en la sensación
de frío y calor al mismo tiempo.
Cualquiera diría que está tiritando en pleno agosto,
por todo lo que tiembla su cuerpo.
Él susurra y acelera,
sonríe, baja la cremallera
o la sube para jugar.
Y ella desarmada le mira a la cara,
le besa en los labios y adicta a esos besos
y semidesnuda le da otra calada.
Instante de sudor, saliva y porcelana.
Metal, piel y ventana de la que llegan
las luces del garaje o del portal.
Está tensa o relajada, pero en su red.
Piensa mientras nada apoyada en la pared:
“Se atreve a rozar la barrera del seis,
mi número preferido.Sutil, insistente y delirante
juega a escuchar el número del diablo en su oido.”
Pasión plasmada en letras!!
ResponderEliminardebo admitir que no conseguí todo lo que me hubiera gustado, pero gracias Renzo!
EliminarQue grande eres Paula, gracias por estos versos tan hermosos.
ResponderEliminarGracias por alimentar mi blog con tus comentarios y por tus ánimos. Saludos Julian
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